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PERLITA DE LA PARASHÁ JUKAT - BALAK

Comentario por el Rabino Ariel Korob Z”L

Hay una forma de entender a nuestra Torá según la cual sus episodios y narraciones están orientados a dar determinadas enseñanzas articuladas a través de una narración contada en clave “histórica”. Esta lectura propone que el centro de la narración no está puesta en quienes protagonizan estos relatos, sino en quienes los leen, es decir, nosotros: esto, propone centrar nuestra atención en el cuidadoso estudio del texto para aprender algo concreto para nuestra vida cotidiana, más que para justificar o no a nuestros héroes. La Torá es así una verdadera enseñanza de vida.

Este Shabat vamos a estudiar un episodio muy emblemático de esta propuesta que no busca el estudio de los textos, sino del estudio de la vida a través de ellos. El mismo (Bemidbar 20:1-13) cuenta que no había agua para beber, por lo cual el pueblo se congrega contra Moshé y Aarón protestando y reclamando por la buena vida que llevaban en Egipto. Ante el desconcierto de los líderes, Di-s le pide a Moshé que tome su bastón y hablen con una piedra que estaba en el lugar. Moshé trata al pueblo de rebeldes, y golpea con la vara dos veces a la piedra, luego de lo cual brotan aguas en abundancia, que quitan la sed del pueblo y su ganado. Di-s acusa a Moshé y Aarón de no haber confiado en él, razón por la cual no habrían de ingresar a la tierra prometida.

Innumerables explicaciones se han dado a esta tremenda prohibición que parece exagerada a la luz de la obra de Moshé, como máximo gestor de la salida a la libertad del pueblo. Estas son hechas como quien ya sabe qué es lo que quiere responder: qué “pecado” cometió Moshé, presumiendo que si Moshé recibió un castigo Di-s “algo habrá hecho para merecerlo”. La razón cambia según el intérprete; golpear la piedra cuando Di-s sólo le pidió que hable con ella; haberlo hecho dos veces en lugar de una; no haber confiado en lo que Di-s le aseguró; haber llamado al pueblo “rebeldes”, e inclusive hubo quienes propusieron que el verdadero pecado es omitido por nuestra Torá para no avergonzarlo a Moshé y mostrarlo tan falible.

Una cuestión a destacar es el hecho de que en ningún momento Moshé cree haberse equivocado. Si tenemos en cuenta la frase de la Torá según la cuál él era “el hombre más modesto de toda la tierra” podríamos pensar que de haberse equivocado no hubiese tenido problemas en reconocerlo.

Podemos aprender de esto que tal vez Moshé no se haya equivocado, sino que su pueblo fue el que, con su reclamo y desagradecimiento permanente el que lo condenó a no ingresar en la tierra. Eso es lo que expresa el Salmo (106,32) “También lo irritaron en las aguas de Meriba; le fue mal a Moisés por causa de ellos”. Cuenta un Midrash que Di-s le explicó a Moshé: si la generación que vos llevaste por el desierto no entró a la tierra, ¿por qué habrías de hacerlo tú?

Una dimensión política nos señala esta lectura; a diferencia de la opinión más usual, que pone en las debilidades e inconsistencias de los dirigentes las culpas de lo que padece el pueblo, aquí la Torá nos sugiere que el líder paga caro por los errores del pueblo a quien representa. El sostén de los líderes es la otra parte del contrato de delegación que “firman” los representados.

Pero hay también una lectura personal que quiero compartir con ustedes: la Torá hace de Moshé un recurso para señalar que cada uno de nosotros es, como él, llamado a liberarse de los yugos que lo oprimen e invitado a su propia tierra de promesa. Éste es el sentido de la metáfora del desierto; en tal caso, Moshé debía ser dejado fuera de la tierra de Canaán: porque la conquista, es decir, la realización de la promesa que Di-s inicia con Abraham es a animarse a ingresar en la tierra de nuestra realización personal: eso que puede iniciar otro, pero sólo podés concluir vos. Siendo cada uno de nosotros heredero directo, continuador de la obra de Abraham a Moshé, la narrativa histórica deja en claro que la verdadera obra de realización que fue prometida a Abraham y avanzada por Moshé está todavía pendiente de ser realizada. No hay en verdad conquista de la tierra que no sea metáfora de la capacidad de abordar lo desconocido aún con el temor que provoca; de trazarse un camino propio e ir tras él.

Siendo esto así, lo que se formaliza en esta Parashá no es que Moshé se haya equivocado, sino que en la continuidad natural de las generaciones, los logros del pasado –representado por el pueblo que se acerca a la tierra prometida- no son la corona para regodearse en el presente, sino para tomar el impulso y avanzar con nuestros propios pasos por nuestro camino.

Shabat Shalom!

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