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PARASHAT HASHAVÚA: VAIERA

Por el Rabino Joshua Kullock,
Comunidad Hebrea de Guadalajara, México

Los primeros relatos del libro de Bereshit siempre me parecieron fabulosos. Creo que a todos nos atrapan y emocionan, y por ello no es casual que los leamos con tanta avidez y entusiasmo. Personajes que a su vez nos inspiran y nos enseñan, pero que no por ello dejan de ser humanos. Y quizá sea ésta una de las razones por las cuales se erigen como paradigmas hasta el día de hoy: al ser reconocidos como falaces, finitos y limitados, nuestros héroes se vuelven protagonistas en los cuales todos podemos reflejarnos, y se instituyen en modelos que pueden llegar a ser imitados. Otra característica importante con la que cuentan nuestros patriarcas es la de la autosuperación. Es decir, capítulo tras capítulo y parashá tras parashá, podemos ir trazando el crecimiento gradual de los actores. A diferencia de lo que uno podría esperar, el texto bíblico nos presenta figuras en constante formación, poniendo de manifiesto que uno es en cuanto hace, y que si no sigue haciendo, tarde o temprano el crédito acumulado se despilfarra en los avatares de la inacción.

El mismo Abraham – como bien señalaba el filósofo israelí Yeshayahu Leibowitz – encuentra enmarcada su vida física y espiritual entre dos textos que comienzan con la misma exhortación: Lej Lejá – “Ve para ti” (12:1 y 22:2). La semana pasada leíamos en Parashat Lej Lejá sobre los comienzos de nuestro primer patriarca. Sus primeros pasos, sus primeras cavilaciones, sus primeros deseos y dudas. Nos encontramos con un hombre que decide dejar la casa paterna y comenzar una nueva vida, no necesariamente por amor a Ds sino como consecuencia de una promesa divina que le auguraba tierras y, sobre todo, descendencia. Solo varios capítulos después, solo al pasar de Lej Lejá a Vaiera, comenzaremos a ver en Abraham a un “caballero de la fe,” como lo llamaba Soren Kierkegaard. Solo después de años de búsqueda y reflexión nuestro patriarca llegará a ser un gigante espiritual.

Y en este contexto, el fatídico relato de la Akedá, de las ataduras. Historia que – paradójicamente o no – desliga mucho más que lo que intenta ligar. Porque después de este relato, Ds ya no hablará más con Abraham, e Itzjak no hablará más con Abraham. ¿Acaso son sinónimos de fracaso para un hombre tan grande como Abraham? ¿Acaso son el fiel testimonio de un nivel espiritual tan alto que ya no es necesario que Ds establezca diálogos con él? En nuestra tradición podemos encontrar ambas respuestas: desde aquellos que critican la actitud de Abraham hasta aquellos que la glorifican; desde los que tomaron semejante acto como un frustrado intento de filicidio hasta aquellos que vieron en él el paradigma de tiempos violentos y de cruzadas que habrían de teñir de sangre y dolor a miles de familias de Israel.

La Akedá quedará siempre sumida en las tinieblas de lo metalógico (y quizá de lo ilógico también). Los intentos por explicarla no son sino prueba de generaciones y generaciones que buscan entender aquello que, casi por definición, se nos escurre entre los dedos. Y aun así, desafiando al sisífico texto, nos reunimos a tales efectos. Porque no renunciamos a la tarea de comentar, traducir e interpretar, ya que confiamos en que como está escrito en Pirkei Avot: Afoj ba veAfoj ba…, “Busca y busca, ya que allí se encuentra” (5:25), y porque sabemos que, como rezamos antes del Shemá: Em Jaienu veOrej Iamenu…, “[las palabras de la Torá] son nuestra vida y sobre ellas debemos meditar de día y de noche.”

Pero la búsqueda activa significa también poder mirar más allá de lo evidente. Y en este sentido es que quisiera terminar compartiendo con ustedes el fragmento de una poesía escrita por Yehuda Amijai, quien fuera uno de los poetas más importantes de Israel. En este texto, Amijai nos presenta al verdadero héroe de la historia de la Akedá:

El verdadero héroe de la Akedá fue el carnero
Quien no supo de la conspiración entre los demás
Casi como que se voluntarizó para morir en lugar de Itzjak
Yo quiero cantarle un canto a su memoria […]
El ángel se fue a su casa
Itzjak se fue a su casa
Y Abraham y Ds se fueron hace tiempo
Pero el verdadero héroe de la Akedá / es el carnero.”

¿A ustedes qué les parece?

Shabat shalom,
Rabino Joshua Kullock

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