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PARASHAT HASHAVÚA: JAIE SARA

Por la Rabina Daniela Szuster,
Congregación B´nei Israel, Costa Rica

De silencio y muerte hacia diálogo y vida

La parashá de esta semana comienza contando acerca de la muerte de Sara, nuestra primera matriarca. Solamente se nos dice que murió a la edad de 127 años y que falleció en Kiriat Arba, Jebrón. Nada más sabemos de su muerte. Pero tampoco sabemos mucho más de su vida. Lo último fue que pidió echar de la casa a la sirvienta Hagar y a su hijo, por su mala influencia para con Itzjak. Dentro del relato de Akedat Itzjak (“las ataduras de Itzjak”), nada sabemos acerca de Sara. ¿Sabía ella adónde iba a ir Abraham con su hijo? ¿Qué iba a hacer con él? La Torá no nos cuenta. Llama la atención que, luego del texto de Akedat Itzjak de la sección de la semana pasada, esta parashá comienza con la muerta de Sara.

¿Tendrán alguna relación estos dos relatos?

Hay un midrash que los relaciona de la siguiente manera: "Y tomó el cuchillo"(Bereshit 22:10).
Cuando lo llevaban a Itzjak, vino Satán a Abraham y le dijo: “¿Dónde está tu cabeza, anciano? ¿Al hijo por el que imploraste por cien años vas a sacrificar? Yo fui quien te engañó y te dije que tomaras a tu único hijo.” Abraham le dijo, “¡Imposible!, fue Dios quien me lo pidió.” Cuando Satán vio que Abraham no le oyó, fue inmediatamente donde Itzjak, y le dijo: “¿Hacia dónde te diriges?”, e Itzjak le dijo: “Mi padre me lleva a estudiar Torá.” Satán le dijo: “¡No! No vas a estudiar Torá sino que tu padre te lleva para inmolarte.” Itzjak le contestó: “Si así fuera, estoy contento que el Santo Bendito Sea me desea, y más todavía por cumplir los deseos de mi padre.” Cuando Satán vio que Itzjak no le hacía caso, fue donde Sara y le dijo: “¿Adónde fue tu hijo?” “Su padre lo llevó a estudiar Torá en lo de Ever.” Satán le dijo, “Pobre miserable, no le llevó a estudiar Torá, sino para degollarlo lo lleva.” Cuando oyó eso, comenzó a lamentarse, a suspirar, a llorar y su alma salió por el gran dolor. Por ello está escrito: "Y vino Abraham a decir elegías a Sara y a llorarla”. (Midrash Hagadá (Buber), Bereshit cap. 22, "Y tomó el cuchillo").

Según este relato, no fue Di-s quien pidió a Abraham que sacrificara a su hijo Itzjak sino que fue el Satán quien quiso probarlo. Este Midrash resuelve uno de los grandes dilemas de esta historia, analizada por diferentes comentaristas: cómo puede ser que Di-s pidiera a Abraham sacrificar a un hijo. Según el Midrash, no fue Di-s sino el Satán.

Volviendo al tema de nuestra parashá, parecería ser que Sara no sabía nada acerca de las verdaderas intenciones de Abraham. Sólo sabía que iban juntos a estudiar Torá. Cuando el Satán le cuenta la verdad, es tan grande su dolor que muere a los pocos segundos.
Creo que este Midrash nos puede enseñar mucho acerca de nuestras relaciones de pareja u otras relaciones. Abraham tomó solo una decisión en relación a su hijo, sin tomar en cuenta lo que su esposa pensaba al respecto. Quizás pensó que Sara aceptaría y no hacía falta decirle, o quizás pensó que Sara no lo aceptaría, por lo que era mejor que no lo supiera y así evitar que interviniera para impedirlo. De todas maneras, a Abraham no le importó la opinión de Sara y la dejó afuera en la decisión. Es como si la hubiera invisibilizado, actuando como si no existiera. Cuántas veces nos ocurre que tomamos decisiones sin importarnos cuál es la opinión de nuestros familiares cercanos, sin pensar en la molestia y el sufrimiento que esto les puede provocar.

Sara confiaba en que su esposo era sincero con ella hasta que llegó el Satán y la sorprendió con la noticia. Abraham estaba yendo a sacrificar a su hijo. ¡Cómo no saberlo! ¡Se trataba nada más y nada menos que de su propio hijo, nacido de su vientre! ¿Por qué enterarse por un “vecino” y no por su propio esposo? Muchas veces ocultamos ciertas cosas, quizás para no dañar o enojar, pero olvidamos que es probable que se enteren por otros caminos, lo que es mucho más duro y doloroso. Quizás Sara hubiera estado de acuerdo con la decisión de Abraham pero, al enterarse por otro, algo murió en ella y en la relación. La relación no puede ser la misma cuando sentimos o nos damos cuenta de que no somos escuchados y no se nos hace partícipes de ciertas decisiones.
Quizás no sea casualidad que en el capítulo anterior Di-s le dijo a Abraham: “…todo lo que te dijere Sara habrás de cumplir…” (Bereshit 21:12). Di-s le dio importancia a las palabras de Sara, a su consejo y parecer.

El Midrash citado anteriormente nos enseña, entre otras cosas, acerca de la importancia de tener diálogos fluidos, conversaciones sinceras y poder compartir la toma de decisiones en los aspectos que compartimos con nuestro prójimo. No puede existir una relación armónica, sincera y comprometida cuando se ocultan ciertas cosas, cuando no hay diálogo constante y sí poco interés por el parecer de nuestro semejante. Cuando esto sucede, las relaciones se deterioran y van muriendo. No sabemos qué le pasó a Sara, pero seguramente algo de esto vivió y le fue difícil soportarlo.
Que ese misterio de lo que Sara sintió y el silencio de su voz nos conduzcan a tomar conciencia de la importancia de crear lazos sinceros de amor y de amistad, en los que podamos escucharnos, respetarnos y resolver juntos nuevas situaciones.

Shabat Shalom!
Rabina Daniela Szuster

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