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PARASHAT HASHAVÚA: TOLDOT

"Hermanos"

El texto bíblico es un reflejo de la vida. El libro de Bereshit, a diferencia del resto de los libros de la Torá, es un extenso relato de conflictos familiares, de relaciones entre hombres y mujeres, entre padres e hijos, tíos y sobrinos, hermanos. No son historias sobrenaturales, sino por el contrario, son historias de la vida de cada día, con sus alegrías, sus penurias, sus miserias.

Uno comprende mejor determinados capítulos del texto cuando atravesamos las mismas experiencias en nuestras vidas familiares. Cuando vivimos el ser hijos y hermanos, comprendemos parte de las historias; cuando nos transformamos en padres, comprendemos las demás. Observo hoy a mis hijos. El amor y el odio entre los hermanos, la envidia y la solidaridad, son sentimientos tan cambiantes, tan efímeros, desde la niñez, donde muchas veces, a pesar de los mensajes que transmitimos los padres, de la educación para el respeto y amor entre hermanos que procuramos enseñar, muchas veces las historias en nuestras vidas son bastante más complejas que lo que pudimos alguna vez imaginar. Por eso los relatos de Abraham y Sara, Itzjak e Ishmael, Yaakov y Esav, Rajel y Lea, nos enseñan y nos transmiten tanto desde las palabras simples del texto de la Torá.

La gran mayoría de los exegetas observan a Esav como el hermano malvado, aquel que luego, con el correr de los siglos, habría de transformarse en Roma, enemigo de Israel y causante de la destrucción del Templo.

Sin embargo, el propio texto nos dice algo más acerca de Esav, acerca de su sufrimiento, acerca de no comprender qué es lo que está pasando. Desde su nacimiento, los padres harán diferencia entre los hijos; Rivka ama a Yaakov, mientras Itzjak ama a Esav. Las diferencias, tarde o temprano, traerán problemas entre los propios hermanos.

El resto de la historia es conocida: Yaakov comprará la primogenitura de su hermano Esav a cambio de un plato de lentejas y, algunos años después, disfrazado de Esav, Yaakov tomará la bendición que correspondía a Esav y no a Yaakov, y todo por el consejo de su madre.

Cuando Esav se entera de lo que ha ocurrido, de lo que le ha hecho su hermano Yaakov, Esav grita, Vaitzak tzeaka gdola humara ad meod, "profirió un estruendoso y amargo alarido". Esav le dice entonces a su padre: "Padre mío, bendíceme también a mi". Pero el padre le responde: "Tu hermano ha venido con engaño y se ha apoderado de tu bendición". A lo que Esav pregunta: Alo Atzalta li brajá, "¿No tienes acaso una bendición reservada para mí?"

El exegeta medieval Radak (Rabí David ben Iosef Kamji) se pregunta: ¿cómo puede ser que Itzjak no tuviera una brajá más para su otro hijo? Como si Esav se preguntara, "¿acaso le has dado todo a Yaakov? ¿Cómo puede ser algo así? ¿No te ha quedado algo, con lo cual no lo hayas bendecido, que me puedas dar a mí?". Finalmente, Itzjak bendecirá a su hijo Esav con una bendición de alguna manera similar a una de las que recibiera Yaakov.

Mas allá de la exegesis y de la tradición que observa a Esav como "Esav, el malvado", hay problemas que comienzan desde muy temprana edad y, como padres, muchas veces tenemos responsabilidad en la sucesión de los hechos de los que somos testigos directos. Cuando los hijos son adultos, serán ellos los responsables de sus propios actos, pero en la niñez es a través de cada palabra, de cada gesto hacia los hijos, en los que vamos imprimiendo sentimientos de amor o de diferencia entre los hermanos, y poco a poco, esas diferencias van quedando grabadas en la memoria de los niños.

Escribe el poeta Joan Manuel Serrat en su poesía "Esos locos bajitos", en la que relata acerca de los hijos, y de lo que hacemos con ellos:
Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos para dormir

Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada y en cada canción.

No sé, no culparía tanto a Esav por ser tan malvado y de transformarse en el malvado principal de este relato. Algo hubo en las acciones de Itzjak y de Rivka, desde que sus hijos eran pequeños, que colaboró para desencadenar las historias que luego ocurrieron. El escritor Mija Iosef Berdichevsky creía profundamente que los textos bíblicos podían ayudar a iluminar el comportamiento de los judíos en el presente. Respecto a Esav y a la escena que hemos abordado, en la que le ruega a su padre una bendición, Berdichevsky escribe: "Tres lágrimas derramó Esav; una de su ojo izquierdo, otra de su ojo derecho, y una que ha quedado pendiente, sin derramar, y con esas lágrimas se fortaleció y se volvió poderoso, desencadenando odio y rencor hacia su hermano".

Tal vez podamos evitar que caiga la tercer lágrima en nuestros propios hogares, transmitiendo a nuestros hijos un mensaje de amor y de respeto, un mensaje de igualdad y no de diferencias, un mensaje claro de responsabilidad hacia mi hermano en cada momento de la vida.


Shabat shalom,
Por el Rabino Pablo Berman,
Comunidad Israelita de El Salvador

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