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LECTURAS COMPLEMENTARIAS

EL POGROM Y EL GUETO

Hirsch Glik

Muchos jóvenes judíos de Vilno temían al pogrom como al peor de los males. La poesía llena de esperanza en una tierra redimida en Eretz Israel, soñaba entonces, ante todo, con un país libre de amenazas, con una ciudad donde se pudiera salir a caminar por la noche sin temor a una golpiza, una humillación o un asesinato impune.
El muchacho que había redactado su propio discurso para el "bar-mitzvá" se había unido a las filas del movimiento "Haschomer Hatzaír". Tal vez por esa razón, sus primeras composiciones estaban tejidas en hebreo. Quizá luego, la realidad del gueto impuso el ídisch: la poesía al servicio del pueblo tenía que estar escrita en la lengua que hablaba el pueblo en la resistencia.

Al estallar la contienda, en septiembre de 1939, el joven que aún no había llegado a los veinte años percibió la nueva presencia soviética como una liberación de los peligros pogromistas. Irónicamente, la guerra aparecía como liberadora. Pero la esperanza en el Mesías del tanque rojo, en los mongoles que cuidan el puente verde, pronto se iba a desvanecer.
En esos días, en el poema Alguna vez, Hirsch Glik escribió: Alguna vez soñé con ser el héroe de una leyenda. Aunque el sueño se haya cumplido en el seno de una pesadilla, efectivamente se cumplió. Veamos cómo:
Cuando las tropas alemanas se acercaban a Vilno (Vilne en ídish), el día anterior al ingreso definitivo, Hirschke Glik y miles de judíos huyeron rumbo a Rusia. No todos llegaron. Los bombarderos y los motociclistas alemanes interrumpieron la huida de muchos de esos miles. A pocos kilómetros de la frontera soviética fue detenido Glik. Allí comenzaba otra existencia. Las condiciones absolutamente transmutadas, el pasaje de la esperanza a la más cruel opresión, terminaron por darle a la poesía de Glik un destino totalmente distinto. Se transformó inmediatamente en un arma de resistencia. Quizá en pocos sitios sea tan precisa como en el Gueto de Vilno la sentencia: la poesía es un arma cargada de futuro.
Los nazis comenzaron a trasladar a los judíos de Vilno. La meta era siniestra, pero la maquinaria de exterminio aún no estaba allí suficientemente aceitada. Establecieron en los pantanos de Resze, en las afueras de la ciudad, un campo de trabajos forzados. Por propia voluntad era posible elegir ese sitio. Con treinta judíos más, Glik decidió marchar así hacia el primer destino que le ofrecía la guerra.
Pero el poeta no había formado parte de "Yúngval" para abandonar su oficio ante circunstancias adversas. En los pantanos, entre el estiércol y la extenuación, sentó sus reales. Los caballos fueron expulsados de los establos y allí se amontonaron los residentes del campo de trabajo. Pero la aniquilación subjetiva no podía ser inmediata. Al contrario, rápidamente la poesía de Glik entró a formar parte de las tareas de la resistencia. Era preciso conservar la esperanza, era preciso que el yugo nazi no quebrantara el ánimo de los judíos.
Los días de trabajo en Vilno de preguerra habían sido duros. Sin embargo la poesía encontraba siempre su tiempo. Los días en Resze eran tal vez más duros, pero la poesía se había hecho más necesaria que nunca. No sólo para el espíritu del poeta; era necesaria para la comunidad prisionera. Los domingos se reunían los cautivos en el establo devenido barraca y allí, como otrora en la Pequeña Sznipiszok, los poemas de Glik iniciaban su ciclo de recitados. A partir de ese epicentro, por vasos capilares imperceptibles, las composiciones pasarían de boca en boca. Quizá era la obra del santo varón, que a través de su hijo proporcionaba una casi imposible alegría al gueto.
La poesía tenía que ser himno para convertirse en arma. Y para ser himno requería música. Con música, las palabras se propagarían más rápidamente, la emoción calaría más hondo. Cuando Hirschke transportaba turba, solía pedirle a su acompañante, el músico Dimitri Pokras, que le cantara una hermosa melodía. Trataré yo de adaptarle una letra.

EL HIMNO DE LOS PARTISANOS

Texto en ídisch Hirsch Glik
Traducción Moshé Korin
Música Dimitri Pokras
No digas nunca que transitas tu final
si el día ocultan cielos de metal.
Nuestra hora tan ansiada, ha de venir
cuando redoble nuestro paso: ! Henos aquí !

Desde el país de las palmeras al de la nieve
es nuestro inmenso dolor el que nos mueve.
Y allí donde nuestra sangre haya caído
brotarán nuestro valor, nuestro heroísmo.

Se borrará el ayer con el enemigo,
la luz del alba alumbrará nuestro camino.
Pero si tarda, pasará nuestra canción
como consigna de una a otra generación.

Con sangre y plomo la canción escrita está,
no es la de un pájaro feliz en libertad,
sino que un pueblo, entre muros derrumbados,
la cantó con las armas en las manos.
No digas, pues, que transitas tu final...
Las canciones populares polacas y rusas, las canciones tradicionales hebreas, recibieron de este modo contenidos totalmente nuevos. Así como era nueva la situación que debía atravesar el pueblo judío, el vino nuevo debía ser vertido en los antiguos odres para mejor colaborar en la empresa de conservar los ánimos.

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