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PARASHÁT MATOT - MASEI

¿Qué podemos hacer por Israel?

En la primera de las parashiot de esta semana, Matot, aparece el siguiente relato: el pueblo de Israel se dispone a entrar a la tierra de Israel para conquistarla. Luego de cuarenta arduos años, por fin el objetivo está a la vista. Ahora es cuando más se necesita que todos den el máximo de sí mismos, que se entreguen totalmente a la tarea que les fue encomendada. La conquista de la tierra de Israel exige el esfuerzo mancomunado de cada uno de los integrantes del pueblo. Es un momento de gran emoción.

En este contexto es cuando la Torá nos cuenta que las tribus de Gad y Reubén se habían enriquecido y poseían mucho ganado. Ellos pensaban que las tierras que se ubicaban del lado oriental del Jordán, vale aclarar fuera del límite de Canaán, eran muy adecuadas para sus animales, y por eso preferían quedarse ahí, en lugar de asentarse en la tierra de Israel, como D"s les había prometido. Por eso, le pidieron a Moshé no lanzarse a la conquista de Israel, sino quedarse donde estaban, en un lugar cómodo para sus ganados y sus vidas en general.

Como podrán imaginarse, Moshé se enfureció: "¿acaso vuestros hermanos habrán de ir a la guerra y vosotros os asentaréis aquí?" (Bemidbar 32:6). Los integrantes de las tribus de Gad y Reubén comprendieron las palabras de Moshé y le propusieron que los hombres acompañarían al resto del pueblo en la conquista, mientras que las mujeres, los niños y el ganado esperarían en las tierras que ellos habían elegido para asentarse. Solo cuando la conquista se completara, los hombres de Gad y Reubén volverían a sus familias y se asentarían. Esta segunda propuesta sí fue aceptada por Moshé.

Si estudiamos los midrashim y comentarios que existen sobre la actitud de estas tribus, encontraremos posturas muy diferentes. Si bien la mayoría los critica con dureza por abandonar el sueño de la tierra prometida en pos de la comodidad y la riqueza, otros los alaban, y valoran su actitud de colaboración en la conquista de una tierra que ellos no habrían de habitar.

Me gusta pensar en este relato de la Torá como arquetipo de la relación que tenemos con nuestros hermanos en el moderno Estado de Israel. Como toda comparación, es limitada y puede ser engañosa, pero al mismo tiempo nos permite pensar con franqueza en nuestra situación.

Los israelíes luchan diariamente para asegurar la existencia del país, viven en condiciones económicas y sociales que no siempre son las mejores, sufren atentados terroristas, y sus hombres y mujeres son parte de un ejército que no descansa jamás. Asimismo, hablan el idioma de nuestro pueblo, crean y recrean la moderna cultura judía, y hasta se preocupan por nosotros cuando sufrimos algún ataque antisemita.

Con respecto a nosotros, los judíos de la diáspora, los modernos judíos israelíes tienen opiniones muy diversas, tantas como las de los midrashim y comentarios sobre la actitud de las tribus de Gad y Reubén. Creo que ustedes las conocen: algunos creen que los “abandonamos” por el bienestar y la comodidad, mientras que otros nos respetan por el apoyo y la ayuda que les brindamos, sin pedir nada a cambio.

Parece claro que lo mejor que podríamos hacer para ayudar al Estado de Israel es “hacer aliá”, irnos a vivir a Israel. Sin embargo, no es menos claro que la mayoría de los judíos de la diáspora no piensa en abandonar sus países, cada uno con sus razones. Por lo tanto, la pregunta que debemos hacernos es cómo podemos ayudar a Israel desde donde estamos. Les propongo algunas opciones para que las piensen: enviar dinero, donar árboles para el Keren Kaiemet, colaborar con alguna institución educativa, médica, militar u otras; ir a visitar Israel cada vez que podamos, enviar a nuestros hijos a participar de planes educativos en Israel, leer noticias sobre política israelí y mantenerse enterados de lo que allí ocurre, estudiar hebreo, etc.

Existen muchas formas de colaborar con nuestros hermanos en Israel, que trabajan diariamente para mantener vivo el sueño de dos mil años hecho realidad. Ya en el desierto, antes de la conquista, entendimos que había gente que no estaba dispuesta a abandonar su lugar para ir a vivir a Israel. Ya en ese momento ellos pudieron encontrar una forma adecuada de ayudar y mantenerse cerca. Ahora nos toca a nosotros buscar el mejor camino, tanto en lo personal como en el plano comunitario.

Shabat Shalom,
Por el Rabino Rami Pavolotzky,
Congregación B´nei Israel, Costa Rica

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