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PARA REFLEXIONAR

El gran exégeta Rashi dijo: “El corazón y los ojos acostumbran a los ojos y lo encaminan hacia el error; el ojo ve, el corazón seduce, y (así) el cuerpo transgrede”.

Según Rashi los ojos pueden equivocar su mirada, ya que dependiendo de nuestro estado de ánimo, del nivel de angustia o excitación que traemos, vemos la realidad con anteojos diferentes. Es el riesgo de decidir solamente con los ojos.

El corazón, por su parte, seduce. La tentación, el deseo de poderlo todo, el miedo y la esperanza, nos pueden jugar una mala pasada si solamente decidimos con el corazón.

Los meraglim (espías) que envió Moshé tuvieron miedo. Vieron y sintieron cosas que no existían, y causaron así una gran tragedia en el pueblo hebreo. El cuerpo siguió sólo la percepción de los ojos y el corazón.

Pero como seres humanos tenemos un arma más: El discernimiento, el pensamiento. Esa capacidad de detenernos pensar, tal como lo hicieron Ioshúa bin Nun y Calev ben Iefuné (los dos espías que dieron un informe positivo), que al contrario de los otros diez, dijeron “¡Podemos hacerlo!” (Bamidbar 13, 30).

De todas formas sabemos que con la cabeza sola no alcanza. Hay muchas veces que debemos pensar con el corazón, y otras tantas que necesitamos valernos solo por lo que vemos. La fe ciega no siempre es buena consejera ni el instinto es infalible. Pero estoy convencido de que si hacemos valer nuestros tres mejores atributos, y nos tomamos ese segundo para pensar y decidir en un mundo donde parece que ese segundo estuviera malgastándose, entonces estaríamos haciendo nuestra mejor inversión.

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