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PARASHÁT BEHAR - BEJUKOTAI


Por la Rabina Daniela Szuster,
Congregación B´nei Israel, Costa Rica

Hacia una verdadera libertad y equidad


En la primera parashá de esta semana se nos cuenta acerca de ciertas leyes que se pueden cumplir solo cuando el pueblo está asentado en la tierra de Israel. Por un lado, se nos cuenta acerca de la Shmita (año sabático), descanso de la tierra en el séptimo año: “Seis años habrás de sembrar tu campo, y seis años habrás de podar tu viña y recogerás el producto de la tierra. Y en el séptimo año, descanso y reposo será para la tierra, Shabat ante Adonai…” (Vaikrá 25: 3-4). Por otro lado, aparece la ley de Iovel (Jubileo), liberación de los esclavos y recuperación de las propiedades en el quincuagésimo año: “Y consagraréis el año del cincuentenario; y proclamaréis libertad en la tierra para todos sus habitantes…” (25:10). En el séptimo año no se puede trabajar la tierra y en el quincuagésimo se anulan las deudas, se recuperan las tierras perdidas y se proclama la libertad.

Quisiera compartir dos reflexiones sobre estas leyes. En primer lugar, que la proclamación de una verdadera libertad solo se puede hacer en Israel y no en otras partes del mundo. Esto significa que la genuina libertad del pueblo judío puede vivirse siendo soberanos de la tierra de Israel, cuando no hay ningún gobierno de turno que decide nuestro destino. Así hemos vivido durante cientos de años, dependiendo de si le caemos bien o mal al gobierno del país en que vivimos. Solamente cuando somos soberanos de nuestra propia tierra, es cuando realmente podemos llegar a ser libres.

Una segunda reflexión es acerca de la clara convicción de la Torá de que es posible que los seres humanos podamos vivir equitativamente. La idea, tanto de Shmita como de Iovel, es que es posible la movilidad social. Si uno nació dentro de una clase social, de un género y una cultura determinada, no quiere decir que siempre deberá desarrollarse dentro de ese contexto, sino que es posible cambiar el estatus. Es como el símbolo del huevo (Beitzá) que colocamos en la Keará del Séder de Pésaj. A veces estamos arriba, a veces abajo. La vida es tan cambiante que no podemos estar seguros de que siempre estaremos en un mismo lugar.

No hay duda de que éstas son leyes muy difíciles de comprender para el hombre moderno; sin embargo, nos dan un mensaje muy relevante en nuestros días. Especialmente en el mundo en que vivimos, en el cual aumenta la tendencia de que pocas personas posean grandes riquezas, mientras a la mayoría de la población apenas le alcanza para vivir diariamente. El “Informe sobre el desarrollo humano” elaborado en 1999 por las Naciones Unidas, específicamente sobre el tema de la pobreza, concluye: “El 20% más rico de la población mundial es dueño del 86% del Producto Bruto Mundial, maneja el 82% de las exportaciones y recibe el 68% de la inversión extranjera”. Lamentablemente, estos datos no solo no reflejan una sociedad equitativa sino que esta disparidad va en aumento a medida que pasa el tiempo. Los ricos cada vez son más ricos y los pobres más pobres.

La Torá nos enseña una filosofía de vida totalmente diferente, en la cual cada siete años dejamos de producir aceleradamente, dejando descansar el medio ambiente, evitando la explotación y destrucción del mismo por el afán de producir riquezas. En el quincuagésimo año, se les da la posibilidad de revertir su vida a aquellos que, por razones económicas, debieron convertirse en esclavos. Algo similar ocurre con las propiedades; en el Iovel, todos recuperan aquellas posesiones que han perdido por diferentes razones.

Esta ley asegura que, a pesar de que uno a veces pierde cosas en la vida, en algún momento las recupera y todos vuelven a un estado de igualdad, a tal punto que el esclavo vuelve a ser dueño de sus tierras. Esta ley contribuye a que no se reproduzca ni aumente esta tendencia de incrementar la disparidad entre ricos y pobres. Si se llevara a la práctica estas leyes, no podrían continuamente unos pocos poseer las grandes riquezas mundiales. Por lo menos, habría un poco de movilidad y cambio. En ciertos años habría ciertas diferencias, pero en otros se igualarían. Con esto, la Torá nos enseña que la vida es pendular; a veces estamos más arriba, otras veces más abajo. También nos propone que este avatar sea momentáneo y no eterno, como nuestras sociedades lo están estableciendo.

Shabat Shalom!
Rabina Daniela Szuster

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