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PARASHÁ EMOR


Por la Rabina Daniela Szuster,
Congregación B´nei Israel de Costa Rica

Met Mitzvá y la vulnerabilidad de la vida

La parashá de esta semana comienza dirigiéndose a los Cohanim y diciéndoles que no pueden impurificarse por una persona muerta. Los sacerdotes, quienes se ocupaban de las tareas más sagradas, los sacrificios en el Beit Hamikdash, tenían que cuidarse de no impurificarse para poder estar aptos para dicha tarea. Una persona fallecida, según la tradición, es fuente de máxima impureza y, por ello, los sacerdotes no podían ocuparse de ella.

Hay ciertas situaciones en que sí se le permite al cohen ocuparse del muerto, como en el caso de sus familiares más cercanos: la madre, el padre, el hijo, la hija, su hermano y su hermana soltera.
Es interesante que los sabios dedujeran, a partir del primer versículo de esta parashá, una excepción más en la que el cohen se podía impurificar. Se trata del caso del Met Mitzvá.

¿Qué es el Met Mitzvá? El Met Mitzvá se define como el caso en que una persona fallece y no hay nadie que se ocupe de su sepultura. Quizás porque está sola y no tiene familia. Si uno se encuentra con una persona fallecida y nadie se está ocupando de su sepultura, la mitzvá es que uno mismo se ocupe de ello.

Incluso, según la Halajá, uno debiera enterrarlo en el lugar donde lo encuentre, aunque el dueño del terreno no esté de acuerdo, porque el Met Mitzvá tiene el derecho de ser enterrado en el lugar donde está, como si hubiera comprado ese lugar (Shulján Arúj, Ioré Dea 364:3).

Para la tradición judía, es muy importante dar sepultura a una persona. Esto es considerado como un acto de bondad (Guemilut Jasadim), y además es importante enterrarla lo antes posible. Por eso sería como una falta de respeto trasladar al Met Mitzvá del lugar donde se encuentra.
Entonces, como decía anteriormente, el cohen, no podía impurificarse por gente del pueblo pero sí por un Met Mitzvá. Incluso el Gran Sacerdote (Cohen Hagadol), que no podía impurificarse por sus familiares, sí lo podía hacer en el caso de un Met Mitzvá. Esto nos muestra la importancia de ocuparse de la persona fallecida que se encuentra sola en su muerte.

Otro ejemplo que expresa cuán grande es la importancia de ocuparse de un Met Mitzvá es la Halajá escrita en el Shulján Arúj que dice que si uno tiene que ocuparse en el mismo momento de un Brit Milá y de una persona fallecida, el Brit Milá está primero. Pero si se trata de un Met Mitzvá, la persona fallecida es la prioridad (Shulján Arúj, Ioré Dea 360).

Este valor de nuestra tradición me hace pensar no solamente en el caso de una persona fallecida sino en la vida en general. Creo que no hay nada más triste que morir solo, sin que nadie sepa de nuestra muerte ni se ocupe de los cuidados que exige el entierro judío. Quizás podemos considerar este caso como el arquetipo de máxima soledad, vulnerabilidad y abandono del ser humano. En este caso, es la sociedad, la comunidad, quien debe hacerse cargo del apoyo, cuidado, dedicación que todo ser humano necesita.

Y ese es, a mi entender, uno de los mayores desafíos que enfrenta una comunidad. Poder estar presente y dar fuerte apoyo en momentos en que la persona se siente vulnerable, solitaria y abandonada. Más aún en comunidades en las que muchos de sus miembros son inmigrantes y no tienen su familia más amplia a su lado.

Es nuestra tarea "impurificarnos", dejar de vez en cuando nuestras tareas cotidianas para ocuparnos de nuestro semejante que vive en profunda soledad y vulnerabilidad.
Quiera D"s podamos nosotros internalizar este valioso concepto de Met Mitzvá en nuestras propias vidas y en nuestras acciones cotidianas.

Shabat Shalom!
Rabina Daniela Szuster

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